viernes, 5 de marzo de 2010

Leyendo La Celestina, II


(por Laura García Durán, 1º Bach. C)

Lucía pegó un chillido. Todas las personas se giraron hacia ella mientras le silbaban para que se callase. El niño que se hacía llamar Lazarillo se encontraba sentado justo en frente de ella.
- ¿Por qué me persigues, niño? ¿Es que acaso no te he dicho que te fueras con tus padres?
- ¿Si ni siquiera sé donde estoy como me voy a ir, bruja?
- Te he dicho que no soy una bruja.
- ¿Quién es este niño, Lucía? -Adrián, que había estado observando la conversación, dejó su libro en la mesa.
- Se hace llamar Lazarillo, como Lazarillo de Tormes. Se cree que es él.
- No me lo creo, bruja, soy Lázaro González Pérez.
- ¿De verdad? –le preguntó interesado Adrián.
- Por supuesto, señor, y yo nunca miento. –Adrián y Lucía se miraron mutuamente. Lucía se cruzó de brazos mientras lo observaba con detenimiento.
- Esta bien, Lazarillo, ¿Qué es lo que quieres?
- Que me devolváis junto a mi amo.
- Esta bien, pero tienes que decirnos donde está.
- No lo sé, porque esa bruja me ha enviado vaya usted a saber dónde. –Lucía carraspeó. Lazarillo y Adrián se pusieron de acuerdo en que lo devolvería a su casa.
De vuelta a casa, Lucía no paró de echar maldiciones por todos lados mientras que Lazarillo le contaba a Adrián todas sus aventuras vividas y este tomaba nota de todo aquello que decía. Cuando llegaron a la puerta de su casa, encontraron un cuerpo tirado en las escaleras. Asustados, fueron corriendo hacia él y era un hombre joven desmayado. Este llevaba ropas extrañas, de otra época. Decidieron meterlo en su casa y darle un poco de agua. Lo tumbaron en el sofá mientras que Lucía le enseñaba la casa a Lazarillo. Este no paraba de toquetear las cosas y más de una acabó rompiéndose, llevando a la desesperación a Lucía. Mientras tanto, Adrián le daba de beber al hombre que, con el roce del agua, se despertó alzándose de golpe del sofá.
- ¿Quién sois vos? ¿Dónde estoy?
- Tranquilícese, soy Adrián y acabamos de encontrarte en la calle tirado.
- ¿Yo, tirado? Aún estas soñando, joven ingenuo. Yo, Don Juan, el gran conquistador y seductor de mujeres, te pide, Señor…
- Adrián.
- …Señor Adrian, que me digas, de inmediato, donde estoy y que me lleves de vuelta a mi casa.
-¿Qué es todo este jaleo? –Lucía llegó de inmediato al lado de su hermano y miró desconfiada al hombre. Este, nada más verla, se arregló la ropa y se acercó a ella.
- Bella señora, le pido disculpas por mi rudo comportamiento de hace un instante. Este señor y yo estábamos discutiendo sobre el lugar donde nos encontramos pero, al verla a vos, no queda duda de que me hallo en el mismísimo cielo. –Le cogió la mano y se la besó. Lucía la retiró enseguida llevando al desconcierto al hombre.
- ¿Quién eres, si se puede saber? –Preguntó Lucía.
- Oh sí, que descortés de mi parte. Me llamo Don Juan Tenorio y es un honor, señorita. –Juan se inclinó ante ella a modo de saludo.
- ¿Don Juan Tenorio? –Lucía miró a Adrian y esta empezó a reírse. –Oh, vamos, lo que me faltaba.
- Bueno, seguro que esto ha sido obra de Don Luis Mejía. Ese granuja. Seguro que quiere ganar la apuesta pero de este modo no lo conseguirá.
- Bueno, si no os importa, mi hermana y yo tenemos que debatir un asunto. Así que, por favor, quedaos aquí. –Adrián cogió del brazo a Lucía y la arrastró a la habitación del gran ventanal. En el camino, se encontró a Lazarillo que miraba, curioso, el reproductor de música. Lucía se lo quitó de las manos y de una mirada envió al chiquillo junto con el hombre descabellado del salón.
- ¿Qué demonios es lo que está ocurriendo? –Preguntó en voz alta a Lucía. Esta se sentó en una de las sillas.
- Una de dos, o es una broma, o tenemos a Don Juan Tenorio y a Lazarillo de Tormes en nuestro salón ahora mismo. –Soltó Lucía sin pensárselo dos veces.
- Eso es IMPOSIBLE. Son personajes de ficción creados por una persona que se aburría y que tenía demasiado tiempo libre.
- Y entonces, ¿como lo explicas? Uno por uno han ido apareciendo. Primero Lazarillo y ahora Don Juan. Esto no puede ser una simple coincidencia, Adrián, ambos son los personajes de ficción más famosos de toda la historia ¡y los tenemos en el salón de casa!
- No bromees, Lucía. Esto es serio.
- ¿Y cómo quieres que me lo tome? Si no, puedes comprobarlo. Ya has hablado con el niño. Te ha descrito a la perfección sus aventuras que son exactamente las mismas que las de Lazarillo de Tormes y si le preguntas a Juan Tenorio seguro que es más de lo mismo. – mbos quedaron en silencio.
Adrián comenzó a observar la habitación y a pasearse de un lugar a otro. Tropezó con un trozo de papel arrugado. Pensó que debió desprenderse de uno de los libros aguados del trabajo de lengua.
- Ya está… ¡los libros! –Lucía le miró mientras este saltaba emocionado dando botes por todos lados, como si hubiera encontrado la aguja del pajar. –Dejamos la ventana abierta esta mañana y las páginas de los libros estaban completamente arruinadas, con la tinta corrida. ¿Y si debido a ello hemos dado vida a esos personajes? –Lucía formó una O con su boca.
- Vale, ahora sí que estoy asustada. Tengo dos locos en el salón y ahí un tercero que ha vivido conmigo durante 16 años. –Adrián suspiró de resignación y se sentó al lado de su hermana.
- Tú has sido la que ha empezado con esto de los personajes vivientes.
- Está bien, sí, tienes razón. Entonces lo único que tenemos que hacer es devolverlos al mundo de los libros, ¿no es cierto? –Adrián asintió con la cabeza. De repente se puso de pie de un salto movido por un presentimiento.
- Lucía, eran cuatro libros los que se arruinaron, ¿recuerdas? Si Don Juan Tenorio y Lazarillo de Tormes están aquí, Entonces ¿dónde están Celestina y Quijote?
Un ruido fuerte procedente del salón acabó con la conversación de ambos...
(continuará)