lunes, 23 de abril de 2012

"El sueño de las manzanas" (Exposición homenaje a Lorca)

"El hombre imaginario" de Nicanor Parra (Premio Cervantes 2012)



El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.

CR7 frente al libro abierto

(Un microrrelato de Manuel Gómez Hidalgo, con motivo del Día del Libro)



CR7 besa el balón y lo coloca sobre el círculo blanco del punto de penalty. Lo mira un instante, como quien le murmura una oración o un insulto. Seca el sudor de las palmas de sus manos en la trasera del calzón.

Víctor Valdés lee “El miedo del portero ante el penalty” sentado sobre la hierba, con la espalda recostada sobre el poste derecho.

CR7 asienta su pie izquierdo junto al esférico. Retrocede uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis pasos largos. Abre las piernas. Levanta y suelta los hombros. Despliega los labios: inspira, expira. Resopla. Bufa. Escupe.

Víctor Valdés pasa una página y lee la siguiente frase: “Bloch estuvo un rato dando pataditas a los desperdicios de verduras y frutas con los que tropezaba al andar.”

CR7 inicia un carrerita breve, trote que quiere ser galope en apenas tres segundos. El empeine de su pie derecho impacta duramente el cuero. Levanta el vuelo el balón a una velocidad de 103 kilómetros por segundo.

Víctor Valdés gira el libro abierto, del que emerge un campo gravitatorio. El balón se orienta hacia el libro, se detiene al rozar el papel y se reduce hasta adquirir las dimensiones de un hueso de cereza. Víctor Valdés cierra el libro con un golpe seco, como si quisiera deshacerse de un insecto molesto. Una gota de sangre mancha dos páginas.