Víctor Valdés lee “El miedo del portero ante el penalty” sentado sobre la hierba, con la espalda recostada sobre el poste derecho.
CR7 asienta su pie izquierdo junto al esférico. Retrocede uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis pasos largos. Abre las piernas. Levanta y suelta los hombros. Despliega los labios: inspira, expira. Resopla. Bufa. Escupe.
Víctor Valdés pasa una página y lee la siguiente frase: “Bloch estuvo un rato dando pataditas a los desperdicios de verduras y frutas con los que tropezaba al andar.”
CR7 inicia un carrerita breve, trote que quiere ser galope en apenas tres segundos. El empeine de su pie derecho impacta duramente el cuero. Levanta el vuelo el balón a una velocidad de 103 kilómetros por segundo.
Víctor Valdés gira el libro abierto, del que emerge un campo gravitatorio. El balón se orienta hacia el libro, se detiene al rozar el papel y se reduce hasta adquirir las dimensiones de un hueso de cereza. Víctor Valdés cierra el libro con un golpe seco, como si quisiera deshacerse de un insecto molesto. Una gota de sangre mancha dos páginas.
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