viernes, 27 de abril de 2012

Alexis Díaz Pimienta en el IES Murgi: poesía y repentismo



Natalia y el huso horario
 
Son las seis de la tarde aquí en La Habana,
en Luyanó, en mis ojos.
Las doce de la noche en Aguadulce.

Ahora apagas la luz, oyes las últimas noticias,
fumas el último cigarro,
preparas el reloj para que suene
exactamente cuando estaré acostándome,
apagando la luz, oyendo el telediario,
preparando el reloj para que suene
exactamente cuando tú estés en la oficina,
sufriendo la impersonalidad de los teléfonos,
compartiendo el café con los amigos.

Son las seis de la tarde en mi camisa,
en mis manos, en los árboles que no me reconocen.

Ahora preparo el baño de mi hijo,
charlo con la vecina, leo un poco,
confundo el borboteo de la sopa
con el fino sonido de tu sábana.
Ahora pasas la mano por el sitio en que falto
y yo compruebo que la sopa
está muy bien de sal para tu estómago.

Son las seis de la tarde en mis papeles,
en mi trago de ron irremediable.
Las doce de la noche en tu sofá,
en tu bata de casa,
en tu cuarto con olor a sándalo.
Y este crepúsculo no se repetirá
como tampoco volverás a tener
la misma medianoche.

Para encontrarnos tenemos cierta música,
cierta manera de reír,
ciertas partes del cuerpo
que antes de conocernos no teníamos.
Son las seis. Son las doce.

Aguadulce es mi mano desorientada y tibia.
Cualquier esquina de Luyanó es tu espalda.

En Almería casi nunca llueve 
(Scripta Manent Ediciones, 2009)

jueves, 26 de abril de 2012

martes, 24 de abril de 2012

"Niño transparente"


En una lejana ciudad nació en cierta ocasión un niño que era transparente. Se podía ver a través de sus miembros como se ve a través del aire y del agua. Era de carne y hueso y parecía de vidrio, y si se caía no se rompía en mil pedazos, sino que, como máximo, se hacía un chichón transparente en la frente...

(Continúa tú en los Comentarios)

lunes, 23 de abril de 2012

"El sueño de las manzanas" (Exposición homenaje a Lorca)

"El hombre imaginario" de Nicanor Parra (Premio Cervantes 2012)



El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.

CR7 frente al libro abierto

(Un microrrelato de Manuel Gómez Hidalgo, con motivo del Día del Libro)



CR7 besa el balón y lo coloca sobre el círculo blanco del punto de penalty. Lo mira un instante, como quien le murmura una oración o un insulto. Seca el sudor de las palmas de sus manos en la trasera del calzón.

Víctor Valdés lee “El miedo del portero ante el penalty” sentado sobre la hierba, con la espalda recostada sobre el poste derecho.

CR7 asienta su pie izquierdo junto al esférico. Retrocede uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis pasos largos. Abre las piernas. Levanta y suelta los hombros. Despliega los labios: inspira, expira. Resopla. Bufa. Escupe.

Víctor Valdés pasa una página y lee la siguiente frase: “Bloch estuvo un rato dando pataditas a los desperdicios de verduras y frutas con los que tropezaba al andar.”

CR7 inicia un carrerita breve, trote que quiere ser galope en apenas tres segundos. El empeine de su pie derecho impacta duramente el cuero. Levanta el vuelo el balón a una velocidad de 103 kilómetros por segundo.

Víctor Valdés gira el libro abierto, del que emerge un campo gravitatorio. El balón se orienta hacia el libro, se detiene al rozar el papel y se reduce hasta adquirir las dimensiones de un hueso de cereza. Víctor Valdés cierra el libro con un golpe seco, como si quisiera deshacerse de un insecto molesto. Una gota de sangre mancha dos páginas.