lunes, 26 de abril de 2010

Hijo de la luz y de la sombra



Estamos leyendo a Miguel Hernández. Desde la Biblioteca del IES Murgi ponemos en circulación exactamente seis poemas suyos. Como una invitación a seguir con el resto y recordando que este año se cumplen cien de su nacimiento. El primero: "Hijo de la luz y de la sombra", un impresionante arrebato amoroso en serventesios alejandrinos (el elegido por Serrat para nombrar su disco):



I. (Hijo de la sombra)


Eres la noche, esposa: la noche en el instante

mayor de su potencia lunar y femenina.

Eres la medianoche: la sombra culminante

donde culmina el sueño, donde el amor culmina.


Forjado por el día, mi corazón que quema

lleva su gran pisada del sol adonde quieres,

con un sólido impulso, con una luz suprema,

cumbre de las montañas y los atardeceres.


Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje

su avaricioso anhelo de imán y poderío.

Un astral sentimiento febril me sobrecoge,

incendia mi osamenta con un escalofrío.


El aire de la noche desordena tus pechos,

y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.

Como una tempestad de enloquecidos lechos,

eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.


La noche se ha encendido como una sorda hoguera

de llamas minerales y oscuras embestidas.

Y alrededor la sombra late como si fuera

las almas de los pozos y el vino difundidas.


Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,

la visible ceguera puesta sobre quien ama;

ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,

ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.


La sombra pide, exige seres que se entrelacen,

besos que la constelen de relámpagos largos,

bocas embravecidas, batidas, que atenacen,

arrullos que hagan música de sus mudos letargos.


Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,

tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.

Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,

con todo el firmamento, la tierra estremecida.


El hijo está en la sombra que acumula luceros,

amor, tuétano, luna, claras oscuridades.

Brota de sus perezas y de sus agujeros,

y de sus solitarias y apagadas ciudades.


El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido,

y a su origen infunden los astros una siembra,

un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,

que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.


Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,

tendiendo está la sombra su constelada umbría,

volcando las parejas y haciéndolas nupciales.

Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.