Natalia y el huso horario
Son las seis de la tarde aquí en La Habana,
en Luyanó, en mis ojos.
Las doce de la noche en Aguadulce.
Ahora apagas la luz, oyes las últimas noticias,
fumas el último cigarro,
preparas el reloj para que suene
exactamente cuando estaré acostándome,
apagando la luz, oyendo el telediario,
preparando el reloj para que suene
exactamente cuando tú estés en la oficina,
en Luyanó, en mis ojos.
Las doce de la noche en Aguadulce.
Ahora apagas la luz, oyes las últimas noticias,
fumas el último cigarro,
preparas el reloj para que suene
exactamente cuando estaré acostándome,
apagando la luz, oyendo el telediario,
preparando el reloj para que suene
exactamente cuando tú estés en la oficina,
sufriendo la impersonalidad de los teléfonos,
compartiendo el café con los amigos.
Son las seis de la tarde en mi camisa,
en mis manos, en los árboles que no me reconocen.
Ahora preparo el baño de mi hijo,
charlo con la vecina, leo un poco,
confundo el borboteo de la sopa
con el fino sonido de tu sábana.
Ahora pasas la mano por el sitio en que falto
y yo compruebo que la sopa
está muy bien de sal para tu estómago.
Son las seis de la tarde en mis papeles,
en mi trago de ron irremediable.
Las doce de la noche en tu sofá,
en tu bata de casa,
en tu cuarto con olor a sándalo.
Y este crepúsculo no se repetirá
como tampoco volverás a tener
la misma medianoche.
Para encontrarnos tenemos cierta música,
cierta manera de reír,
ciertas partes del cuerpo
que antes de conocernos no teníamos.
Son las seis. Son las doce.
Aguadulce es mi mano desorientada y tibia.
Cualquier esquina de Luyanó es tu espalda.
compartiendo el café con los amigos.
Son las seis de la tarde en mi camisa,
en mis manos, en los árboles que no me reconocen.
Ahora preparo el baño de mi hijo,
charlo con la vecina, leo un poco,
confundo el borboteo de la sopa
con el fino sonido de tu sábana.
Ahora pasas la mano por el sitio en que falto
y yo compruebo que la sopa
está muy bien de sal para tu estómago.
Son las seis de la tarde en mis papeles,
en mi trago de ron irremediable.
Las doce de la noche en tu sofá,
en tu bata de casa,
en tu cuarto con olor a sándalo.
Y este crepúsculo no se repetirá
como tampoco volverás a tener
la misma medianoche.
Para encontrarnos tenemos cierta música,
cierta manera de reír,
ciertas partes del cuerpo
que antes de conocernos no teníamos.
Son las seis. Son las doce.
Aguadulce es mi mano desorientada y tibia.
Cualquier esquina de Luyanó es tu espalda.
En Almería casi nunca llueve
(Scripta Manent Ediciones, 2009)
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