Editorial Castalia. Colección Prima. Edición de José Antonio Pinel.
Editorial Castalia. Colección Odres Nuevos. Edición de Mª Jesús Lacarra.
(una lectura para primero de bachillerato)
La llamada Edad Media española es pródiga en relatos de diverso tipo, en general ejemplares, es decir que concluyen con una enseñanza, no siempre educativa. Las estorias, milagros, apólogos, castigos, proverbios, consejas, patrañas…, que de todas estas maneras se llamaban lo que hoy simplificamos como cuentos, solían agruparse en colecciones. A menudo se recopilaban por mandato del rey para la educación del príncipe: como los “Castigos y documentos del rey don Sancho” al que pertenece este, que yo recuerdo y resumo más o menos así:
"LA MONJA ABOFETEADA POR EL CRUCIFIJO"
Una joven novicia prolonga cada noche más que sus hermanas el rezo en la iglesia. Hasta quedarse sola. Entonces escapa por una puerta lateral hacia el jardín, donde encuentra a su excitado enamorado, que hace rato que ha escalado las tapias por lugar propicio y reservado. Falta de vocación y el hervor de la sangre la hacen actuar así.
Pero una noche… una noche… cuando, como cada noche, se dispone a cruzar la frontera que la separa de las tinieblas clausuradas a la alegría luminosa del amor (a abrir la puerta que da al huerto, quiero decir), una voz surgida de no se sabe dónde, de todas partes o de ninguna, del cielo o del subsuelo, una voz profunda y estentórea, exclama: “¡A dónde vas, pecadora!” La joven monja se cae de espaldas, incapaz de alcanzar a entender quién puede hablarle con voz tan violenta y amenazadora. Sólo cuando escucha un chirrido metálico procedente del altar mayor comprende, aterrada, que es el propio Cristo crucificado el que la amonesta airadamente, el que se desenclava del madero y el que la persigue –con los brazos en cruz-, mientras ella retrocede, hasta arrinconarla junto al confesionario, el que le abofetea los dos carrillos, atravesando cada uno con los clavos de sus manos, el que la deja desmayada, casi muerta sobre las losas frías…
El final de la historia no aclara si el Cristo –tras imponer y aplicar la penitencia- recuperó su posición natural ante el altar…
Lee otros cuentos en la edición de Odres Nuevos.
(Manuel Gómez Hidalgo, profesor de LCL)
Editorial Castalia. Colección Odres Nuevos. Edición de Mª Jesús Lacarra.
(una lectura para primero de bachillerato)
La llamada Edad Media española es pródiga en relatos de diverso tipo, en general ejemplares, es decir que concluyen con una enseñanza, no siempre educativa. Las estorias, milagros, apólogos, castigos, proverbios, consejas, patrañas…, que de todas estas maneras se llamaban lo que hoy simplificamos como cuentos, solían agruparse en colecciones. A menudo se recopilaban por mandato del rey para la educación del príncipe: como los “Castigos y documentos del rey don Sancho” al que pertenece este, que yo recuerdo y resumo más o menos así:
"LA MONJA ABOFETEADA POR EL CRUCIFIJO"
Una joven novicia prolonga cada noche más que sus hermanas el rezo en la iglesia. Hasta quedarse sola. Entonces escapa por una puerta lateral hacia el jardín, donde encuentra a su excitado enamorado, que hace rato que ha escalado las tapias por lugar propicio y reservado. Falta de vocación y el hervor de la sangre la hacen actuar así.
Pero una noche… una noche… cuando, como cada noche, se dispone a cruzar la frontera que la separa de las tinieblas clausuradas a la alegría luminosa del amor (a abrir la puerta que da al huerto, quiero decir), una voz surgida de no se sabe dónde, de todas partes o de ninguna, del cielo o del subsuelo, una voz profunda y estentórea, exclama: “¡A dónde vas, pecadora!” La joven monja se cae de espaldas, incapaz de alcanzar a entender quién puede hablarle con voz tan violenta y amenazadora. Sólo cuando escucha un chirrido metálico procedente del altar mayor comprende, aterrada, que es el propio Cristo crucificado el que la amonesta airadamente, el que se desenclava del madero y el que la persigue –con los brazos en cruz-, mientras ella retrocede, hasta arrinconarla junto al confesionario, el que le abofetea los dos carrillos, atravesando cada uno con los clavos de sus manos, el que la deja desmayada, casi muerta sobre las losas frías…
El final de la historia no aclara si el Cristo –tras imponer y aplicar la penitencia- recuperó su posición natural ante el altar…
Lee otros cuentos en la edición de Odres Nuevos.
(Manuel Gómez Hidalgo, profesor de LCL)