FIN Y PRINCIPIO
Después de cada guerra
alguien tiene que hacer limpieza.
Un mínimo orden
no se hará solo.
Alguien tiene que apartar los escombros
de los caminos
para que puedan pasar
carros llenos de cadáveres.
Alguien tiene que hundirse
en el fango y en la ceniza,
en los muelles de los sofás,
en las esquirlas de vidrio
y en los trapos ensangrentados.
Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar la pared,
alguien debe poner cristales en las ventanas
y colocar la puerta en los goznes.
Es una labor nada fotogénica
y requiere años.
Las cámaras ya se han ido
a otra guerra.
Otra vez puentes,
de nuevo estaciones.
Las mangas se deshilacharán
a fuerza de arremangarse.
Alguien, escoba en mano,
recuerda aún cómo era todo.
Alguien escucha
y asiente con la cabeza que no le arrancaron.
Pero pronto, muy cerca,
empiezan a pulular
quienes lo encuentran aburrido.
Alguien, todavía a veces
de debajo de una mata desentierra
argumentos oxidados
y los arroja al montón de desechos.
Quienes saben
la trama de la historia
tienen que ceder
a quienes apenas la conocen.
Y menos que apenas.
E incluso casi nada.
En la hierba que ha crecido
sobre causas y efectos
alguien debe tumbarse
con una espiga entre los dientes
para contemplar las nubes.
(WISLAWA SZYMBORSKA: Paisaje con grano de arena, editorial Lumen, 1997, traducción de Ana María Moix y Jerzy Slawomirski)