"Cuando la lluvia cede, el sol procede...", exclamó de pronto Alejandro S., mientras jugábamos a componer poemas sobre la lluvia. Pero hoy no cede (ni ayer). A ver si mañana…
Hoy: "Monotonía de lluvia tras los cristales. Llueve. Detrás de los cristales llueve y llueve. Sobre los chopos medio deshojados. Sobre los pardos tejados. Sobre los campos llueve…", escribió Antonio Machado y canta Serrat. Hoy: "El cielo se ha despeinado. Su melena de cristal se destrenza en el sembrado", les digo que dijo Manolito Altolaguirre.
Desde hace tres días la lluvia cae. "Cae o cayó. La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado...", escribió Borges y canta El Cabrero.
En el recreo, los chiquillos a cubierto. Se amontonan bajo techo. Se empujan, se alteran. Y dos… se pelean. Los demás: unos se apartan, otros jalean.
Brillan las hojas de los ficus. Se empapan las raíces en los alcorques, los grafitis en las paredes... Se enfanga el albero. Las calles se tornan ríos. Y las cebras se ahogan en sus pasos... A las 14:45: procesión de coches y padres. Se amontonan. Se alteran. Y dos (casi) se pelean. Los demás aguardan. A cubierto. Algunos tocan el claxon.
"Nunca llueve a gusto de todos", dice un refrán español. Y a veces parece que nos llueva encima solo a nosotros...
Pero a ti, no.
"No; la lluvia no te moja:
te resbala.
Tienes la piel de aceite, amada mía.
Ungida con aceite, perfumada.
Todo lo ha traspasado de ternura
la lengua transparente de las aguas.
Un vapor dulce, como el aliento
de un buey, cálidamente exhalan
los árboles.
Gotas largas,
como alfileres líquidos,
brillan al primer sol de la mañana.
La lluvia que ha mojado tus cabellos
no ha mojado tu cuerpo ni tu cara."
(La lluvia, Ángel González)
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